Conforme me voy haciendo mayor voy atando más cabos y dándome cuenta de que lo que antes sabía, ahora es nada, y lo que sé hoy no será nada mañana, solo una gota de un vasto mar que queda por explorar. Toda historia tiene su inicio, y esta, como la de muchos jóvenes, empezó hace unos años...
Voy a relatar brevemente y en forma escalonada el juego al que fuimos sometidos y con el que nos privaron de un futuro digno con nosotros mismos:
Ahora es tiempo de viajar, entremos en la nave de la imaginación y viajemos rumbo directo al pasado. Enchufamos motores y desafiamos a las leyes que rigen el universo que conocemos para dar un salto en el tiempo hasta nuestro pupitre de clases en el instituto.
He elegido el instituto porque es ahí donde se comienzan a tocar conocimientos que pueden empezar a plantear serias dudas. Hasta esa época, la educación había sido un juego sencillo que requería de un poco de esfuerzo y tenía una recompensa inmediata en clase, te sentías realizado porque tus dudas se solventaban en muy poco tiempo.
Una vez llegados al instituto empiezan a aparecer breves reseñas a leyes físicas, conceptos matemáticos, químicos, históricos, lingüísticos, que en nada se parecen a lo tratado en el colegio.
Aquí se intenta abordar un modelo similar, se plantea un problema e inmediatamente se da su resolución mediante una fórmula o una sencilla explicación.
Muy bien, contentos, pasamos el instituto con un sistema educativo igual al del colegio, con premios inmediatos a soluciones prefabricadas, solo que ahora ya no tenemos 7 años, sino 15. El doble de edad exigiría muchísimo más tiempo y paciencia para obtener los resultados.
El problema que teníamos yo y muchos de mis compañeros de clase era ese, a la mínima muestra de que un trabajo necesitaba de esfuerzo, lo dejábamos de lado e intentábamos posponerlo hasta que teníamos acceso a una solución rápida y que generase la suficiente respuesta/premio para no sentirnos defraudados.
Volvamos a la nave, viajemos hasta la universidad.
Han pasado unos años en los que hemos sobrellevado los escenarios que nos encontrábamos con intentos desesperados de hacer lo correcto pese a no querer realizar un esfuerzo.
Empezamos a vislumbrar lo que será el pan del mañana, con lo que probablemente vayamos a trabajar. Como todavía no estamos preparados para aprender, nos limitamos a seguir resolviendo problemas cortoplacistas, rascamos un poco de aquí y allá aprendiendo alguna palabra técnica pero sin conocimiento de las bases.
Con suerte algunos grupos de alumnos ya se separan del resto y empiezan a interesarse por las cosas, otros seguimos en ese debacle de dudas.
Con suerte algunos grupos de alumnos ya se separan del resto y empiezan a interesarse por las cosas, otros seguimos en ese debacle de dudas.
Sin pena ni gloria se consigue terminar la universidad. ¡Ojo!, que no hayamos aprendido a aprender no significa que no seamos "válidos" según el sistema educativo. Con suerte puede que hayamos sacado alguna matrícula que otra, o hayamos terminado la carrera relativamente pronto. Una cosa queda clara, de lo que hemos aprendido, poco o nada tiene sentido o uso futuro.
Digo esto no porque sean conocimientos absurdos o ilógicos, si no porque, sea lo que sea que hagamos en un futuro, vamos a tener que volver a aprenderlo. Dando un repaso vemos que todo lo que hemos hecho hasta ahora ha sido sentarnos a solventar problemas con una solución al lado, no hemos aprendido a pensar y a sacar deducciones lógicas de nuestros conocimientos, de ahí que luego sea tan fácil engatusar a la gente, nadie recapacita ante las fuentes de información, las toman como ciertas e intentan jugar con ellas.
Una vez he llegado a mi etapa de trabajador, me he dado cuenta de que no me habían servido de mucho los años anteriores, solo para incorporar malos hábitos de estudio. He tenido que repasar cosas que se supone que ya sabía desde el instituto, y hacerlo de manera interesada, intentando memorizar los sucesos y hechos importantes en la historia o en la ciencia.
Sigo intentándolo y sigo equivocándome, no hay día en el que no me vaya a la cama con la sensación de haber aprendido un poquito más, de ser un poco más persona, y con el desconsuelo de no haberlo hecho durante tantos años atrás, donde por desgracia pasamos los días jugando al juego de Ender, anotando puntos en unas listas que no sirvieron de nada.
Espero que en las futuras generaciones consigamos invertir los papeles, y enseñar a aprender primero, parafraseando a Punset en la charla que dió con un ausente presidente de CIU,
"¿tú sabes que es la ansiedad?¿que es el miedo?"
Cuando los jóvenes, los niños, aprendan a controlarse a si mismos, a ser más fuertes que sus dificultades. Cuando ganen fuerza de voluntad para sobreponerse a todos los problemas, entonces habremos enseñado a aprender, y ellos podrán jugar su juego, el que quieran y no el que les hayan impuesto.
Gracias por el genial post. Siempre pensé que las distintas etapas educativas tenían como fin enseñarnos a aprender por nosotros mismos, tal como dices en este artículo, pero desgraciadamente, y cada vez más, simplemente va encaminado a rellenar una serie de datos estadísticos.
ResponderEliminarMe repito, muchas gracias por poner palabras a una realidad de lo más frustrante.
Un saludo.
Hola, Krinos, eres el primer comentarista de la primera entrada de mi blog, y me agrada que te guste.
ResponderEliminarEspero redactar mejor en un futuro, ya que la falta de práctica pesa mucho, es sencillo tener un pensamiento, pero es complejo aplicarlo.
Lo que te digo, la falta de práctica. (Ojalá hubiese practicado en el colegio, el copy paste no era muy útil para ello).
De nuevo, ¡un saludo y hasta otra!